Adiós a Chema Martínez, uno de los últimos juglares vallenato

Por Ricardo López Solano (especial para Revista Zetta).- En las horas de la mañana del febrero 18 de 2017 murió José María Argote o “Chema” Martínez, su nombre artístico, hermano de Luis Enrique Martínez, y uno de los últimos juglares del acordeón que nos quedaban vivos en el folclor vallenato

 

“Chema”, que el 26 de febrero del corriente cumpliría 82 años, además de que pasaba por una difícil situación económica, se encontraba prácticamente ciego, padecía de una afección pulmonar, no le apetecían los alimentos y presentaba un cuadro depresivo complicado.

 

Por gestión del médico Edgar George, exalcalde de Barranquilla, y del economista Juan Lora, contactaron a su amigo, al doctor Gustavo Aroca, folclorista vallenato, quien de manera inmediata se encargó, al lado del doctor Álvaro Urbina, primo del reumatólogo y autor de “La Reina”, Hernán Urbina Joiro, de prestarle la atención requerida a “Chema”. Pero, desafortunadamente, después de realizarle uno procedimiento rutinario pulmonar sufrió tres infartos, y de nada valieron las reanimaciones inmediatas de las que fue objeto.

 

“Chema” nació en el Ático, Guajira, el 26 de febrero de 1935, y al lado de Luis Enrique Martínez quien ofició de maestro, aprendió a tocar el acordeón a los 12 años. Su vida profesional la inició un año después, en unas fiestas de Corralejas que se celebraron en San Ángel, Magdalena, y desde esas festividades en adelante no dejó de tocar el acordeón, del que no se desprendió en vida.

 

Al poco tiempo de su lanzamiento como profesional, acompañó a Alejandro Durán en una correría por las poblaciones y haciendas de la ribera del río Magdalena, correría que duró tres años: Yucal, La Bomba, Punta Piedra, Moler, donde nació Abel Antonio Villa, entre otras poblaciones y fincas ribereñas. Aquella fue una época, me refirió “Chema”, en la que no contaban ni con el cajero ni con el guacharaquero, ya que, por un lado, estos eran escasos, y por el otro, no hacían parte rutinaria de los acordeoneros, por lo que nadie se los exigía. Solo tocaban el acordeón, al que acompañaban con su voz. Por ese entonces, agrega “Chema”, cobraban un peso por canción, y en una parranda, en promedio, podría dejarles unos ochenta pesos, que se repartían en partes iguales.

 

La primera vez que “Chema” participó en una grabación, año 1954, sello Curro, pero como cajero, fue en Bogotá con Luis Enrique Martínez. En 1966, ahora si, como acordeonero, grabó con Armando Zabaleta y su Conjunto tres LP. El primero en Cartagena para el sello Fuentes y los otros dos en Bogotá para el sello Phillips.

 

“Chema” Martínez amenizó las parrandas de los hacendados más prominentes del Magdalena y Cesar, lo que podríamos denominar la época de oro de las parrandas vallenatas. En el Copey, Cesar, vivió por muchos años, y en esta población conoció a Tobías Enrique Pumarejo, Don “Toba”, a su hermano Don Tito y al hijo de Don Tito, Luis Joaquín, “El Negro Quin”. Las parrandas con los pumarejos, en especial con Don “Toba”, son muchos los que aún las recuerdan.

 

A destacar que “Chema”, en Fundación, Magdalena, año 1951, fue el segundo ganador de los primeros concursos de acordeón que se celebraron en Colombia. Concursos que fueron organizados por el libanés Don Camilo George Chams, el padre del Doctor Edgar George, del que ya nos referimos. En ese mismo concurso, en el que “Pacho” Rada, hijo, ocupó el segundo lugar, Alfredo Gutiérrez, con nueve años de edad, fue declarado “Niño Prodigio del Acordeón”.

 

“Chema” fue homenajeado por última vez el 7 de agosto de 2016, por parte de la alcaldesa de Fundación, Magdalena, Doctora Mallat Martínez Castillo. Homenaje que en esa oportunidad compartió con Alfredo Gutiérrez y con Don Camilo George. Este último, por ser el precursor de los concursos de acordeón en Colombia, y Chema y Alfredo por ser los ganadores, aún vivos, en sus respectivas categorías en el concurso celebrado en 1951,

 

El folclor vallenato está de luto, y “Chema” por su sencillez, por todo el conocimiento que atesoraba en lo que respecta al desarrollo del vallenato clásico, y que en buena parte compartió con sus allegados, entre los que me incluyo, lo recordaremos para siempre. Paz en su tumba.