La selva de cemento – Opinión de Juan Camilo Romero

Por Juan Camilo Romero (Especial para Revista Zetta).- La corporación edilicia del distrito de Cartagena, más que un espacio de representación con carácter deliberativo y decisorio, parece más bien una selva de cemento, esa misma que se tragó a Pedro Navaja, aquel personaje de la canción de Rubén Blades donde magistralmente se materializa el adagio popular “quien a hierro mata a hierro termina”.

El cabildo cartagenero desde que se implementó la elección popular de Alcaldes y Gobernadores, sus miembros han sido determinantes para la elección e incluso destitución de mandatarios distritales y departamentales.

Sus curules han sido ocupadas por personajes de gran estatura política e intelectual de diversas corrientes políticas e incluso estrato socioeconómico, algunos todavía vigentes y otros ya partieron a mejor vida, de igual manera por gente que al verlos ocupando ese espacio uno se imagina a una vaca en la azotea de un edificio, ¿cómo llegó ahí?

A pesar de ser el Concejo de Cartagena la cantera natural de líderes de la clase política de nuestra ciudad, puesto que de ahí han salido senadores, representantes a la Cámara, alcaldes y gobernadores, lo que está viviendo en estos momentos la corporación no tiene antecedente histórico alguno.

Resulta que para ser elegido concejal hay varias vías para llegar a ocupar una curul en tan importante recinto, se dice que una campaña puede llegar a costar alrededor de los mil millones de pesos para alcanzar una votación “decente” y tener con que defenderte en los escrutinios, otra forma es ejercer liderazgo comunal, académico o social y esperar ser reclutado por una de las casas políticas de la ciudad para recibir una especie de unción, un dedo mágico que te señala y toda una clientela bien aceitada sale a votar por ti, así seas algo así como la vaca en la azotea del edificio, porque lo que interesa es que el grupo se fortalezca. También se puede llegar a través del voto de opinión y la consolidación de un grupo de amigos que crean en ti y tengan la mística para que desde ese espacio, se pueda empezar a trabajar por una Cartagena mejor que resulte positiva para todos sus habitantes, esta forma es más económica pero te genera un poco más de enemigos que a lo largo del periodo estarán al pendiente del más mínimo error para magnificarlo y llevarte a la palestra con el fin de que las inoperantes entidades de control actúen y pierdas tu curul.

En Cartagena los concejales más jóvenes elegidos para este periodo constitucional y político, son los que más problemas judiciales y políticos afrontan, hay dos que ya salieron y hay otro que tiene un pie afuera, quedando su curul en manos de un órgano judicial que todavía estudia su caso.

Esta situación nos lleva a reflexionar a quienes queremos en algún momento ocupar una curul en el Concejo de Cartagena, es precisamente la forma de llegar, cada quien es libre de escoger los mecanismos y medios para lograr sus objetivos, pero si en realidad queremos cambiar las formas de hacer política en la ciudad, debemos sacudir esas viejas costumbres, dejar de estar pendiente a la apariencia y no en la esencia, que nos elijan por lo que somos y no por lo que tenemos, no por lo que damos u ofrecemos, sino por lo que hemos venido haciendo o podemos llegar a hacer.

Actualmente el Concejo de Cartagena atraviesa por una crisis de imagen frente a los ciudadanos que representan, pero no todo es malo, hay gente ahí que en verdad están por vocación de servicio y en sus intervenciones se nota su preparación y preocupación por los temas de ciudad.

A los concejales, que varios los considero mis amigos, les hago un llamado fraternal a que hagan actos concretos que ayuden a mejorar la percepción que tienen muchos Cartageneros frente al ejercicio político que a diario realizan.

 

Adenda.

Quiero felicitar al concejal Américo Mendoza Quessep por haber sido el mejor calificado en la medición realizada por Funcicar.