A desembolatar Transcaribe – Opinión de John Zamora

Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- Vean esta historia, la misma que se repite a toda hora, todos los días, en todo el sistema.

Tarde. Sol brillante. Sin brisa. Nueve pasajeros apiñados en la sombra del paradero de Transcaribe frente al hotel Corales de Indias. El primero en llegar lleva 37 minutos esperando el bus. El noveno ha esperado 14 minutos. Todos miran en lontananza con la esperanza de ver el vehículo naranja. Algo se acerca. Tiene el frente y los espejos de un bus. Falsa alarma. Es de turismo. Vuelven a mirar de lejos. Parece que ahora sí es. “¡Ese es!”, dice una señora. Lo confirman. Está recogiendo a los pasajeros del paradero anterior. Ahí viene… ahí viene… ¿ajá? ¿Por qué no paró? “El desgraciado siguió de largo…”, dice el más enojado (y agrega otras expresiones &%*Ç&%Ç*).

Frustrado, el pasajero “más madurado” tiene una gran idea: tomará un colectivo que lo deje en la India Catalina, caminará hasta Centro Uno y allí tomará el Transcaribe. No puede perder la cita médica. En un par de minutos consigue iniciar la travesía. Quince minutos más tarde ingresa a la estación, que está algo atiborrada. Espera. Sigue esperando. Camina de un lado al otro. Se asoma y mira hacia la Bodeguita. Aún no viene ninguno. Constata con su reloj que todavía tiene un pequeño margen para llegar a la cita. ¡Por fin! Han pasado 22 minutos desde que ingresó a la estación y llega el articulado ruta 101. La muchedumbre ingresa a borbotones, codazos y empujones. Cerraron la puerta. No logró entrar. Perdió la cita. Perdió 37 minutos en la parada de Crespo y 22 minutos en Centro Uno (59 minutos esperando), más el tiempo de enlace. Más la rabia. Más la frustración. Más la impotencia.

¿A qué hora se nos embolató Transcaribe?

Si nos atenemos a los doce años que demoró su construcción, podríamos inferir que el sistema nació embolatado: estudios, compra de predios, obras civiles…en fin… embolate.

Recordemos la famosa “etapa pedagógica” y el caos que armó Dionisio Vélez. Embolate.

Luego vino la etapa comercial. Todos esperábamos y apostábamos por su buen término, y ciertamente no hubo embolate. Estábamos creando nuestra cultura Transcaribe y la ciudad empezó a habituarse al sistema, a quererlo y comprenderlo. Hasta tolerarlo.

Pero la paciencia se ha ido minando. Aunque se inauguró el Patio Portal y se habilitaron nuevas estaciones, el sistema no despegó como se anhelaba. La credibilidad se erosionó por cuenta de las repetidas excusas de los buses atascados en Pereira, de las congestiones en las estaciones, y también nos quedamos esperando nueva rutas.

Aunque el aumento en la tarifa era predecible, no cayó bien. Bueno, a la gente no le gusta que le suban a nada y siempre habrá protesta por cada incremento, pero la falla continua del servicio alimenta ese sentimiento anti-aumento.

La estructura tarifaria es determinante para el futuro del sistema, para apurar la chatarrización restante, y para darle respuestas a una ciudadanía que exige un sistema dinámico. De nada vale una ruta expresa de 20 minutos entre el Centro y Patio Portal, si toca esperar 45 minutos cada bus.

No sé en qué momento, pero cierto es que en alguno de este último año, Transcaribe se nos embolató. Menos mal que llegan –por fin- los nuevos buses y que el alcalde encargado Sergio Londoño Zurek ha anunciado nuevas rutas para activarlas en el primer semestre 2018, como las de Flor del Campo, Huellas Alberto Uribe, Av. Pedro Romero, y otras para el segundo semestre.

La nueva Cartagena y su movilidad están atadas a Transcaribe, el sistema es de todos, y la única opción aceptable es mejorar. No más embolates.