El valor del voto – Opinión de Juan Camilo Romero

Por Juan Camilo Romero (Especial para Revista Zetta).- En esta ocasión quiero escribir sobre una entidad o figura que ocupa las mentes de los ciudadanos y más aún la de aquellos que han sometido su nombre a elección como representante del pueblo en el congreso o para llegar a la Presidencia.

Entendido en Colombia como el derecho y deber que tienen todas las personas de expresar su voluntad o afecto sobre cualquier candidatura, estando habilitados para votar todos aquellos mayores de dieciocho años sin distingo alguno, el voto en Colombia es libre y responde a los designios del libre albedrio y las convicciones personales y políticas de cada quien.

Bueno lo anteriormente escrito es en teoría, porque a lo largo de los años se ha venido desfigurando su esencia, su libertad coartada por el dinero, posiciones y posibilidades contractuales. En cada región del País existen empresas electorales familiares, donde sus miembros han venido ocupando cargos de representación y administración por más de cuarenta años, donde han sido protagonistas directos de todos los acontecimientos políticos y administrativos de nuestra nación, al igual han estado involucrados en todos los escándalos de corrupción donde se ha descubierto la forma infame en que se han apropiado de los recursos del erario con el fin de aceitar sus maquinarias clientelistas y convertirse en multimillonarios.

Los colombianos aún no le hemos dado el valor real que el voto tiene. En distintas ocasiones más bien le hemos puesto precio, por esta última práctica es que las campañas políticas resultan tan costosas.

En nuestros tiempos al momento de iniciar un proyecto político antes de pensar en una plataforma ideológica y un plan de gobierno que realmente resuelva los problemas estructurales de la sociedad o la concepción de políticas públicas tendientes al mejoramiento de la calidad de vida de quienes se encuentran en condición de vulnerabilidad, la preocupación inicial del posible candidato es el dinero para financiar la campaña, teniendo en cuenta que una cosa son los gastos propios tales como publicidad, personal de apoyo, logística y demás cuestiones propias de ese tipo de proyectos, lo que realmente preocupa es la plata para comprar los votos.

Hay regiones donde un político le toca comprar votos a cien mil o doscientos mil pesos, municipios donde un alcalde se elige con dos mil votos puede llegar a costar hasta tres mil millones de pesos, con una campaña tan costosa lo más seguro es que se acuda a financista de dudosa procedencia y echarle mano al presupuesto público para saldar sus deudas.

Si nosotros no le damos valor al voto, terminamos pagando un precio demasiado alto por ese voto, es por eso que encontraremos niños muertos en la guajira por desnutrición, poblaciones donde sus habitantes sobreviven como si estuviesen en el siglo XV con las necesidades básicas insatisfechas, Políticos mediocres haciendo el oso en corporaciones públicas, gobernantes erráticos y el pueblo sufriendo las consecuencias de un circulo vicioso que toca ponerle fin.

Ahora que estamos en campaña para elegir el nuevo congreso, que entre otras cosas debe coadyuvar al mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos y en la implementación de los acuerdos de la Habana, tengamos conciencia y de acuerdo a nuestras convicciones votemos por personas que en realidad tengan claro la importancia de representarnos en el congreso, no votemos por esos que son tan pobres de mente y espíritu que lo único que tienen es dinero y una casa politiquera detrás.

Cuando sientas pena por la situación de tu ciudad, departamento o país, recuerda que la solución está en tus manos al momento de votar, tienes la opción de valorizar tu voto o aceptar el precio que la casa política te ofrece al momento de liquidar.