Preservar antes que lamentar – Opinión de Carlos Féliz Monsalve

Por Carlos Féliz Monsalve (Especial para Revista Zetta).-  Año tras año, son más las inclementes sequías y los crudos inviernos que azotan las regiones de nuestro país. Bolívar, como departamento no es ajeno a esta situación, y dada su posición geográfica, es propenso a la ocurrencia de eventos naturales y antropogénicos no intencionales, es decir, fenómenos producidos por la actividad humana, que se derivan de la necesidad de satisfacer los requerimientos que como sociedad demandamos, y que de forma colateral generan un impacto negativo al medio ambiente.

Hablando de impacto humano o influencia antrópica, en la actualidad de nuestro país, se vive una situación de magnitud tal, que no puede desviar la atención de los focos, pues los hechos que se suscitan desde el – macroproyecto- de la hidroeléctrica de Ituango, nos mantienen en vilo a todos, y principalmente a las comunidades que yacen aguas abajo del río Cauca, por las nuevas condiciones que de manera intempestiva golpearon al cauce de este torrente.

Y es que las voces sobre una posible temporada seca sin precedentes ya se habían librado, pues desde mediados del año pasado, el IDEAM había emitido circulares a las autoridades territoriales, alertándolas de los posibles estragos que se derivarían de la sequía, así como advirtiéndoles de una posible convergencia entre esta anomalía climatológica, y la ocurrencia del fenómeno de “El Niño”, que sumado a lo expuesto en el párrafo que antecede, lesiona tangiblemente el bienestar de las comunidades.

Ante esta situación, se emprendieron acciones desde lo departamental, para trazar una hoja de ruta que le permitiera al conglomerado, sobrellevar la carencia hídrica sin perturbar sus condiciones normales de habitabilidad. Precisamente, la atención a la emergencia proveniente del desastre es una prioridad dentro del actuar gubernamental, más aún cuando a día de hoy, hablar del cambio climático no es una moda, ya que, la agenda pública debe contener dentro de sus primeros renglones, acciones tendientes a la reducción de los efectos que está dejando como paso la variabilidad climática a nivel mundial.

Sin embargo, lo mismo no se puede predicar del proyecto de la hidroeléctrica, que si bien es necesario para nuestro progreso, dado que asegura la generación de energía limpia sin la dependencia de los hidrocarburos (generaría el 17 % de la energía del país), nos deja un sinsabor por el daño ecológico, económico y social que a la fecha arrastra. El cierre de las compuertas de su Casa de Maquinas, que se fundó en la necesidad de establecer la viabilidad misma del proyecto, produjo la disminución del cauce del río Cauca a niveles jamás registrados, generando todo un drama para las comunidades que viven de su riqueza.

Este hecho que para muchos fue considerado un hito, en mi opinión deja entrever una indebida planificación técnica, que se suma a los muchos cuestionamientos que han inundado la puesta en marcha de este megaproyecto. No es de recibo iniciar un cerramiento sin un real plan de contingencia con los mandatarios vecinos y comunidades aledañas; es de recordar que si bien a la fecha de forma paulatina el río Cauca recupera su cauce y navegabilidad, por la apertura del vertedero de Hidroituango, el percance ecológico que se originó (64.000 peces muertos y contando) parece no tener un remedio en el futuro próximo, lo que se traduce en una flagrante transgresión de los derechos de las comunidades ribereñas, que basan principalmente su subsistencia en la pesca.

Creo fervientemente, sin especulación y sensacionalismos, que la consecución de logros, en este caso, en materia energética, no deben dejar como saldo la destrucción del medio ambiente, ni mucho menos golpear la economía de las familias vecinas a este cuerpo de agua, razón por la cual, los responsables de estas maniobras y la construcción de la hidroeléctrica, no deben perder de vista cual es la verdadera esencia de su labor; aquí no podemos entrar a discurrir entre un mal menor y uno mayor, sino en la toma de una decisión colectiva, responsable, veraz y que beneficie a todos.

Ya en el año anterior, se vivió una situación disímil pero con el mismo epicentro, lo que nos dicta un interrogante ¿EPM tiene control sobre la obra?, lo cierto de todo, es que necesitamos la verdad. Bolívar siente los efectos de este evento antropogénico; municipios como San Jacinto del Cauca, Achí, Pinillos y Magangué se encuentran dentro del rango de acción de un posible riesgo de desastres, y a la fecha padecen los estragos de los bajos niveles del río.

EPM debe actuar con diligencia, precaución y responsabilidad, por ello, como mínimo debe emprender acciones para suplir las actividades económicas de quienes tornan al afluente como su medio de vida, así como atender con detenimiento, cada una de las recomendaciones que son presentadas por los eruditos en biología, para la repoblación de los ecosistemas y especies que habitan en este cuerpo de agua, dado que el simple aumento del cauce no mitiga el deterioro ocasionado.

No desconozco que la decisión adoptada, antepuso la vida de la gente ante los daños colaterales originados por el cerramiento, no obstante, aquí no podemos lamentarnos y estar triste, más bien hay que prevenir. Una vez que se supere este episodio, EPM debe trabajar por construir modelaciones de los diferentes eventos de desastres que con ocasión al proyecto se puedan generar, estimando los aspectos necesarios para que, Dios no quiera, ocurra un hecho sin precedentes, se logre poner a salvo a TODA la población.

Así mismo, esta firma debe acompañar a los gobernadores y alcaldes, a la actualización de los mapas de riesgo, con fundamento en la Ley 1523 de 2012, donde se establezca la locación de la hidroeléctrica como un punto crítico de posible riesgo de desastres, y trabajar en la construcción de un Sistema de Alerta Temprana – SAT, eficaz, que reúna a todas las entidades operativas en el menor tiempo posible, para el monitoreo, alerta, perifoneo, atención y/o evacuación de las comunidades, atendiendo a la magnitud de la emergencia.

Todo lo anterior, acompañado de un proceso de conciencia, en el que se ventile la realidad de la situación, debe propender por la decisión que más convenga, sin que el “intuito pecuniae” prevalezca más que el interés general.

CARLOS FELIZ MONSALVE