Los Montes de María seguirán en alza – Opinión de Carlos Féliz Monsalve

Opinión de Carlos Féliz Monsalve (Especial para Revista Zetta).- Orgullo para todos los bolivarenses y colombianos es la subregión de los Montes de María, y no lo digo solo por su infinita belleza natural, sino por la forma en como sus comunidades luego de los embates de la guerra, con su resiliencia y capacidad de cambio, derrumbaron en gran medida los problemas de violencia e inseguridad que los atormentaron.

Ese talante que caracteriza a los montemarianos es sin lugar a dudas el principal sustento para que hoy dentro de nuestro departamento, sean el ejemplo claro de superación y desarrollo para las demás regiones. Ya lo dije en otro escrito, que al tratar de impulsar el crecimiento económico del sur de Bolívar, el primer paso que hay que dar, es emular las acciones exitosas de otros rincones, en el caso particular, la de los Montes de María.

La subregión es compartida con el Departamento de Sucre, y se halla en nuestro terruño en la parte central (está conformada por siete municipios, con gran importancia histórica, cultural y agrícola, entre los que se encuentran El Carmen de Bolívar, San Jacinto, San Juan Nepomuceno, El Guamo, María La Baja, Zambrano y Córdoba). Esta posición geográfica la hace una zona rica en biodiversidad de flora y fauna, por lo que, su principal actividad productiva es la agropecuaria. Grandes cultivos campesinos de maíz, yuca, ñame, plátano, aguacate, entre otros, adornan las vastas porciones de tierra que la componen, complementándose con el bramido del ganado bovino que también es característico y tradicional.

A pesar de lo fértil de sus suelos, esta subregión durante muchas décadas estuvo rezagada como ya se dijo por la presencia de grupos al margen de la ley, que la tomaron como una zona de refugio y corredor estratégico para la comisión de sus ilícitos, lo que indefectiblemente perturbó y atrofió en gran medida el nodo de desarrollo que debía ostentar a la fecha. De igual forma, su alta concentración de la población rural en estado de pobreza, por la precaria inversión pública en lustros pasados, y el despojo indiscriminado de las tierras del campesinado, golpearon notablemente en la disminución de sus actividades económicas.

Existe en la actualidad una gran deuda socio-económica que debe ser saldada, y que ya comenzó con la inversión oportuna de buenos gobiernos, pero que debe perpetuarse hasta que se posicione esta subregión en el lugar acorde a sus potencialidades. Las políticas, planes, programas y proyectos a materializarse deben tener un gran sentido de recuperación social, no todo debe ser invertido en el concreto, hay que darle espacio también al desarrollo de otros sectores esenciales como la educación, salud, y empleo; este último toma mayor relevancia si tenemos en cuenta que la base del mismo se encuentra en el prolífico campo, pero necesita integrarse con la economía empresarial.

Con lo dicho no niego el crecimiento de la productividad montemariana a día de hoy, sino que en coherencia con su riqueza, el aprovechamiento de la misma debe ser exponencial. La incursión en mercados internacionales también debe ser una apuesta viable que ayude al crecimiento de la producción y expansión de los productos obtenidos, tanto los de origen alimenticio, como las materias primas utilizadas para las industrias farmacéuticas, cosméticas y en general.

Pero este camino de revolución empresarial solo puede principiar si formalizamos al trabajador rural, al dotarlo de las herramientas técnicas necesarias y entregarle una empresa no solo en el hecho, sino en el papel, para que su actividad económica encuentre respaldo en un monto accionario que sea apetecible para la inversión privada. No es mi intención desmeritar los sistemas tradicionales de cultivos utilizados, pues gracias a ellos se ha conseguido la grandeza e indiscutible importancia de esta zona, sin embargo, considero que para la generación de mayores ganancias, empleos y productos, es indispensable tecnificar la mano de obra agrícola.

A su vez, El Carmen de Bolívar debe constituirse como el Centro Regional del Comercio para que los compradores interesados en los frutos emanados de este territorio, tengan un lugar de convergencia, y no sea el productor quien deba tocar las puertas para el expendio. Con este gran paso evitamos la intermediación, que en últimas termina siendo nociva para quien cultiva, pues la dilatación de la venta en la cadena de distribución, agrede la rentabilidad de su empresa.

En este proceso de renovación, el Estado desde lo local, departamental y nacional, juega un papel trascendental, ya que es inminente desplegar un programa de capacitación técnica y tecnológica para que los agricultores conozcan y aprendan a utilizar las herramientas vanguardistas que en materia agrícola existen; así mismo, deben seguirse liderando acciones para la restitución de las tierras a quienes injustamente las perdieron como resultado de la guerra, y se debe propender por la no repetición de estos actos como un compromiso de integridad, respeto, solidaridad y reconciliación social.

Por último, es conveniente seguir fortaleciendo las rutas turísticas existentes, y ampliar las mismas a todos los rincones de esta emblemática subregión. La visita al Cerro de La Cansona, en El Carmen de Bolívar, así como las artesanías en San Jacinto y la celebración del ya tradicional Festival Multicultural de los Montes de María (Festimaría), por mencionar algunos atractivos, deben ser la base para la solidificación de nuevas economías que tengan como referentes las muestras culturales propias de nuestra población.

El impulso para el desarrollo de las municipalidades que se reúnen en esta subregión, es y será el verdadero camino para dejar en el olvido, la dura vivencia del manto beligerante que padecieron por muchos años los montemarianos, y se convierte en la acción mínima resarcitoria que pacientemente han esperado estas comunidades. Los Montes de María seguirán en alza, porque la transformación social en su suelo será una realidad.

CARLOS FELIZ MONSALVE