Un llamado de atención – Opinión de Carlos Féliz Monsalve

Por Carlos Féliz Monsalve (Especial para Revista Zetta).- Con el pasar de los años, son muchas las advertencias que desde los institutos científicos multinacionales se han lanzado acerca de los efectos adversos que trae consigo la contaminación humana al medio ambiente. Quizás para muchos, estas alertas tempranas que han rondado en los noticieros y redes sociales, pueden parecer medidas conspirativas de inescrupulosos que se deleitan con vernos zozobrar, no obstante, considero, que más allá de una u otra noticia distante de la realidad, sí existe una verdad subyacente que nos debe preocupar a todos.

El aumento de la temperatura de la tierra, sin necesidad de tener un medidor al alcance, es a todas luces un fuerte indicador de la inestabilidad climática que estamos viviendo. Ya no es tan sencillo caminar a plena luz del día, cuando el incesante sol se posa en la cúspide, golpeando nuestra humanidad. Otro factor preocupante, y que no es necesario tener una calidad profesional para ser comprendido, son los crudos veranos y torrenciales inviernos que desde años, han ido cambiando su periodicidad y permanencia, dilatándose en el tiempo hasta exponernos a situaciones de verdadera supervivencia.

Solo por recordación, quiero citar como ejemplo claro de lo antes dicho, las precipitaciones registradas en el año 2007, que dejaron como saldo en el Departamento de Bolívar a más de 348.393 damnificados, así como para el periodo subsecuente, con la ocurrencia del fenómeno de “La Niña” (2010 -2011), la cifra se incrementó a más de 445.000 personas damnificadas, sin contar con los desastres acaecidos en otras regiones del país, que conllevaron al presidente de turno a declarar el estado de emergencia.

Precisamente, estos eventos naturales embisten con fuerza a toda Colombia y el mundo, pero no asumimos la suficiente conciencia para su remedio, sino que seguimos obstinados en retar a nuestro planeta con la forma irracional en la que hemos planteado nuestro estilo de vida moderno, que rinde gran tributo a un consumismo desenfrenado, y que en gracia de ello, despilfarramos los ecosistemas perfectamente equilibrados.

Pienso que aún estamos a tiempo de concebir una idea alejada al antropocentrismos que desde los primeros pasos de la humanidad racional hemos sostenido, porque sería inaudito seguir pensado que somos el centro del universo, si destruimos el principal lugar de nuestras operaciones sociales, es decir, sin La Tierra, desaparecemos; entonces, creo más bien, por respeto propio y respeto a las generaciones venideras que, este protagonismo irresponsable que hemos puesto sobre nuestras cabezas, debe ser desplazado al medio ambiente, para dar nacimiento a una real visión “ecocéntrica”.

Este término no es nuevo en aparecer, pero sí ha costado poder saborearlo, porque nuestro ego natural, nos impide entender que no seamos nosotros los que estemos en el primer orden del pináculo de las cosas, sin embargo, en esta carrera vertiginosa en que la que recibimos a diario respuestas a nuestro mal planteamiento por parte de las fuerzas de la naturaleza, es menester asimilar que, profesar amor a nuestro ecosistemas u otros seres vivos que nos acompañan en este trasegar, en últimas resulta pensar en beneficio de todos.

Bolívar, como tierra exótica por su ubicación, todavía no siente con gran perturbación el desaparecimiento de la riqueza natural, pero sí es importante advertir que, ya se están arrojando cifras preocupantes como la depredación indiscriminada de bosques en la región de Los Montes de María y la Serranía de San Lucas, esta última como consecuencia de la minería ilegal; la contaminación de la Ciénaga de Simití, la Bahía y playas de Cartagena de Indias; entre otros, por la falta de una tangible gestión ambiental.

Ya es hora que los gobiernos materialmente incluyan dentro de las primeras líneas de sus programas, todo lo concerniente a una eficaz y efectiva política ambiental, que entregue resultados a corto plazo. El incentivo tributario debe ser una medida, para que la gente se interese en contribuir a nuestro entorno, e ir generando una cultura ambiental que se impregne en todos. Reitero, seguir en las mismas acciones nos llevará indefectiblemente a nuestra extinción, y así como nuestros antepasados nos entregaron un ambiente más puro y limpio, debemos redoblar esfuerzos y proscribir el interés actual, para transmitir a los futuros seres que ocuparan este lugar, un planeta en condiciones suficientes de habitabilidad.

La formación de nuestros niños y niñas, basada en un profundo respeto a los demás seres vivos, resulta más que conveniente para la contribución de esta empresa, así mismo, la voluntad institucional canalizada en jornadas de capacitación y formación dentro de las comunidades, en lo relativo a la correcta destinación de los residuos sólidos y reciclaje, permitirá una consolidación profunda de la bien necesitada visión ecocéntrica, pasando de la entelequia a una verdadera transformación social.

“Debemos confrontar nuestros actos, para poder entender la importancia de sus consecuencias.”

CARLOS FELIZ MONSALVE