Un malestar recorre el mundo – Opinión de Danilo Contreras

Por Danilo Contreras (Especial para Revista Zetta).-  Toda profecía suele ser una superstición, o tal vez una mera vanidad de aquel que la anuncia. Prefiero, modestamente, considerar que eso que denominamos azar, es una multitud de causas entreveradas, como más o menos lo expresó un viejo e inefable argentino que solía escribir sentencias como esta.

Los sucesos turbulentos que se repiten en las grandes capitales del mundo, me han recordado las alarmantes “predicciones” que ha consignado Thomas Piketty en su magnífico compendio económico y estadístico titulado “ El capital en el siglo XXI”.

Quienes han tenido noticia del libro y aquellos que, con mayor enjundia, lo han recorrido todo, sabrán que Piketty, fundamentado en un minucioso examen estadístico de las cifras de naciones poderosas del mundo, que se extiende por más de 200 años hacia el pretérito, sostiene como teoría central que el capital privado crece a una tasa superior que la del crecimiento del producto interno bruto de un país. Esto significa que las fortunas particulares crecen por encima de la fortuna colectiva de una nación.

Su pronóstico es más inquietante cuando argumenta que el capital se reproduce fundamentalmente, a través del trabajo y de las herencias, para deducir que en Francia por ejemplo, “la herencia ocupó un lugar estructuralmente central en la sociedad, tanto en el flujo económico como en la fuerza social del siglo XIX”, y agrega que la importancia de la herencia como formula de acumulación del capital no disminuyó con el tiempo, pues por el contrario, entre 1.900 y 1.910, el flujo de crecimiento de las herencias fue mayor en un 25 por ciento que el crecimiento del ingreso nacional en la década de 1.820.

Piketty describe que esta situación de acentúa en la década de 1.980 y ya para 2010 las herencias representan dos terceras parte de la riqueza nacional de Francia. Su lapidario diagnóstico prevé que la riqueza heredada seguirá creciendo, advirtiendo que se espera que esta supere el 70 por ciento de la riqueza total del país. El autor no duda en señalar que esta dinámica que reproduce las desigualdades pronto traerá malestares sociales que socavan el sistema democrático y cuyas consecuencias se abstiene de predecir en cuanto a su gravedad.

Esta hipótesis podría ser una causa genuina de la agitación que se vive de manera similar en Barcelona o en Santiago, en Paris o en Quito o nuestra santafereña capital. La desigualdad se expresa a todas horas y por doquier de diversas y patéticas formas. A veces con pobreza extrema que contrasta con la opulencia de una ciudad “chic” para turistas, como ocurre en Cartagena de Indias, y en todo caso en un sistema social de privilegios que permite a muchos conciudadanos ponerse por encima de la ley.

El pronóstico no se atenúa en un contexto de cambio climático que sectores privilegiados del capitalismo mundial se niegan a reconocer con tal de mantener incólume la epicúrea burbuja en la que habitan.

Esta no es una cuestión ideológica, como podrán entender algunos, sino de patéticos datos estadísticos.