Derrotas tempranas – Opinión de John Zamora

Por John Zamora (Director Revista Zetta – 20 años).- Anotar victorias tempranas es importante para todo nuevo gobernante porque es una manera de decirle a sus electores -y a quienes no lo fueron-, que acertaron.

Dado que el tiempo de gobierno es apenas de días y es incoherente esperar grandes resultados, las victorias tempranas apuntan a acrecentar la confianza y cimentar el nuevo camino que comienza a emprenderse.

La Administración de Dau se ha esforzado por mostrar esas victorias tempranas, que resultan estimulantes para quienes se estrenan en el gobierno. Por ejemplo, en Educación le pagaron a los maestros el mes de diciembre, y en el Datt se acaba de lograr un acuerdo para ponerse al día con obligaciones similares con los agentes.

No obstante, visto ello con mayor rigor y menor pasión, se trata de asuntos corrientes. Es normal que el empleador el pague al trabajador, y los retrasos son reprochables. Pero como el viejo adagio reza que “la administración es una sola”, no solo tendrá que resolver estos entuertos sino una cadena sinfín, atribuible al desajuste mayúsculo de nuestra institucionalidad. Para eso, entre otras cosas, fue elegido.

El episodio del computador de Hacienda denotó que el alcalde Dau aun tiene más talento para la veeduría, pues le resulta familiar denunciar todo aquello que le pueda oler a corrupción. Eso está bien porque es una forma de “marcar territorio”, pero debe superar ese estadio y convencerse más de su papel como alcalde. Eso de pedir que los trabajadores anoten en un papelito quién es el responsable es de lo más “escuelero”, pues para eso están los investigadores de la Policía y de la Fiscalía. Zapatero a tus zapatos.

La riposta del exsecretario de Hacienda fue más convincente. ¿Para qué esperar que Dau estuviese posesionado para robarse un computador?

Si bien la lucha contra la corrupción es la banderea de Dau, está claro que no tiene método. Si presume que toda la administración está contaminada, no puede andar dando palos de ciego a ver dónde descubre al ladrón. Bastante se le dijo en campaña: Cartagena no elige policía sino alcalde, así que no puede andar de oficina en oficina correteando ratas. Como gobernante lo que tiene es que poner en marcha una política pública de transparencia específica para Cartagena, y ya está.

Así que las victorias tempranas terminan siendo livianas y le ceden el puesto a las derrotas tempranas, que son de mayor calibre.

Perdió con el Concejo en el tema de la Personería, una derrota que tiene periodo: cuatro años.

Los alcaldes anteriores -y Dau también- han cometido el error de meterse en decisiones legítimas del Concejo. La elección de Personero y Contralor era, en la práctica, un acto de cortesía con el mandatario de turno, quien señalaba a los afortunados. El el caso de Dau, fue al revés: no dijo quien sí sino quien no. Pero se metió en asuntos internos del Concejo y la respuesta fue predecible, máxime si mediaba una amenaza: “lo interpretaré como acto de guerra” dijo Dau, algo nada razonable para una ciudad que quiere caminar unida en torno a la nueva administración. Ni p’al carajo el Concejo se iba a entregar en una decisión de su entero resorte. El palo no está pa’ cucharas.

Esta derrota temprana, aunque notoria, no pudo opacar otra que el mismo Dau se autoinfringió: el manejo de los monumentos.

El asunto es de máxima sensibilidad porque no queremos un centralismo asfixiante, ni que los cachacos manden en asuntos que son legítimamente nuestros, ni tenemos porqué andar entregando lo que no nos han pedido. Semejante embarrada pudo ser motivo de plantones y descalificaciones mayúsculas, pero Dau se “retractó” a tiempo (por eso cada día gana más simpatía llamarlo “retractor” y no “tractor” como le gusta que le digan), y salió a aclarar que no, que todo seguiría como antes de la genuflexión a la Ministra de Cultura.

El gobierno apenas comienza, y si bien el balance en los primeros 10 días es apenas deficitario, esperemos que en adelante las cosas vayan bien, pues nos conviene a todos. Le ayudamos diciéndole la verdad, ojalá se deje ayudar y no se obnubile por el atronador aplauso de los aduladores cercanos, algunos instalados en el Gabinete. También debe controlar su verbo, pues será siempre esclavo de su decir. (Le recomiendo el bolero que dice “me muerdo los labios para no llamarte”). El estado de la ciudad exige una administración eficiente, con victorias por cuatro años. Así que tranquilos, estas de ahora son solo derrotas tempranas.