Los dos momentos de la marcha del sábado – análisis de John Zamora

Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- La marcha del pasado sábado confirmó la polarización del país, entre el gobierno y sus amigos, y la oposición uribista. En Cartagena, en particular, la marcha tuvo unos matices especiales.

Hubo convocatoria: Se llenó el parque Apolo, se movilizó en orden, y se llenó el camellón de los Mártires. Para los promotores, fue una marcha exitosa.

No obstante, el mensaje en general contra el gobierno de Santos, se convirtió en un arbolito con muchas luces: que las Farc, que la corrupción, que la reforma tributaria, que la sustitución de la Constitución… Como cada cual le ponía la lucecita que quería, en Cartagena se coló otro mensaje: el religioso.

La marcha tuvo un acentuado sabor a Ríos de Vida, sobre todo en el punto de llegada en el camellón de los Mártires. Los cánticos de aleluya y la presencia de todo el aparato propagandístico del pastor Miguel Arrázola, incluyendo el locutor de su emisora y las consignas político-religiosas, terminaron dando la impresión que el uribismo en Cartagena está siendo absorbido y eso no le gusta al uribista puro. Mejor dicho: juntos pero no revueltos.

Que el pastor Arrázola arree a sus ovejas, vaya y venga, pero que los líderes uribistas también sean parte del rebaño es un punto que tienen que revisar, sobre todo ahora que viene el debate para Senado y Cámara.

Se puede colegir que la marcha tuvo dos momentos: en la salida, con todo el uribismo en sus distintas expresiones, desde la militancia obediente hasta el simpatizante espontáneo. Y la llegada, con Ríos de Vida eclipsando a los otros contertulios del uribismo.

Las arengas contra Santos, pidiendo su renuncia y rechazando sus políticas, fueron el coro del punto de concentración inicial y el recorrido, pero el “Respeta mi fe” del camellón de los Mártires le dio un agrio sabor a revanchismo religioso por parte del pastor Arrázola tras el sonado episodio de amenazas, denunciadas por el periodista Edison Lucio.

Tanta carga evangélica aburrió a los uribistas, que cuando se dieron cuenta que el acto final era del pastor y sus ovejas, regresaron a sus casas, dejando el espacio libre para los fieles fanáticos que aplauden y vitorean todo cuanto dice su líder religioso.