Planeando la esperanza – Opinión de Sergio A. Londoño Zurek

Por Sergio Londoño Zurek (especial para Revista Zetta).- Esta semana estuve en el primer Foro de Ordenamiento Territorial organizado por Caribe Legal y otro grupo de prestigiosos abogados de nuestra ciudad. A casi dos años de haber experimentado la tragedia de Blas de Lezo se hace imperativo que sigamos promoviendo estos espacios de pensamiento. Es mucho lo que se ha avanzado en Cartagena en materia de control urbanístico de la mano de los entes de control y del fortalecimiento de las instituciones Distritales pero aún nos falta mucho.

En Cartagena no es usual que pensemos en la planeación urbana como elemento crítico de ciudad. Estamos a veces tan concentrados en los problemas del día a día que tendemos a olvidar que muchas de las raíces de nuestros desafíos yacen precisamente en la habilidad de planear nuestro territorio. Planear es la acción más importante para mejorar la calidad de vida de la ciudad porque sin planeación no puede haber correcta ejecución. Una correcta planeación nos permite mejorar el desarrollo económico, luchar contra la pobreza, mitigar el riesgo y proteger la vida ante eventuales fenómenos naturales, conservar nuestra belleza natural y crear nuevos atractivos turísticos más allá del Centro Histórico. En últimas, una correcta planeación es el único compás que necesitamos.

Pero bien, en las ciudades modernas del globo como Singapur, Nueva York, Londres y Madrid es la planeación urbana la que dicta la política, en Cartagena estamos malacostumbrados a que es la política la que dicta la planeación urbana. Es esta la razón por la cual se nos hace difícil controlar la siempre expansiva huella urbana aún cuando tenemos una ciudad altamente diagnosticada y estudiada.

Quiero entonces llamar la atención a cinco fenómenos que creo importantes para pensar la planeación y el ordenamiento territorial. La primera es la crisis de la construcción producto de actividades ilegales. La ciudad debe seguir actuando de forma contundente como se ha venido haciendo desde que implementamos el Plan de Normalización Urbanística con la Procuraduría General de la Nación pero poniendo especial cuidado para que mientras se castiga al ilegal se ayude al constructor legal. Es imperativo que no se frene la construcción que tanto ayuda al empleo de la ciudad y el compromiso de Camacol con Angélica Salas al frente siempre ha sido ese. A eso se le suma la grave situación de los parqueaderos en la norma urbana y la actualización que se le debe hacer a ésta en el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial que se construya. El tercer punto crítico es el relacionado con las zonas de riesgo y su relación con la pobreza. Es necesario que la ciudad determine esas zonas de riesgo, tome medidas para su adaptación y/o mitigación según lo que la norma permita y podamos quebrar el ciclo vicioso que existe entre la vulnerabilidad y la pobreza. Nos urge trazar la ruta de nuestros corregimientos continentales e insulares, son éstos junto a la Popa y la Ciénaga de la Virgen el mayor potencial turístico de Colombia y mientras el mundo lo sabe, los cartageneros seguimos integrandolos deficientemente a la vida de la ciudad.

Todo esto nos lleva al quinto fenómeno y el más complejo de todos. La misma geografía de Cartagena nos ha impedido mirarnos a los ojos entre quienes la habitamos. No podemos seguir respondiendo a una ciudad desconectada. Las políticas públicas deben propender por conectar lo desconectado y buscar nuevas formas de entendernos entre cartageneros. Los bienes públicos de un sector de la ciudad son inequitativos con los bienes públicos del resto. Si bien no podemos equiparar – por pura fuerza de la historia – el Centro con el resto, si podemos procurar compensar espacios. Eso solo se logra con planeación que permita inversión. Hoy los cartageneros por ejemplo debemos atravesar grandes distancias, con falencias en el transporte, para poder llegar a nuestros trabajos o lugares de estudio: esto ha sucedido por falta de planeación estructural.

Llamo la atención de estos fenómenos para decir que estamos a tiempo. Estamos en un año crítico para seguir encaminando la ciudad hacia tener un elemento aglutinante que nos permita plantearnos metas alcanzables y una mejor Cartagena donde vivir. Una ciudad construida entre todos que nos permita la esperanza y que salde su deuda social. Me rehúso a vivir en una ciudad donde algunos de nuestros niños no conozcan el mar estando a sólo minutos de el.